lunes, 14 de noviembre de 2011

Crónica del vestido


El pasado jueves, fui con mis compañer@s de clase del máster a una visita guiada en el Museo del Traje de Madrid, un lugar que transpira moda por todos sus poros. Desde que entras por la puerta, las líneas del edificio ya nos dicen que no son unos “ladrillos” cualquiera, y que dentro vamos a encontrar algo único. Tras subir las escaleras y encontrarme con mis compañer@s comenzamos la visita con Ana Guerrero, que fue la encargada de acompañarnos y de contarnos la historia del traje desde principios de siglo XX hasta hoy. Era la segunda vez que me encontraba entre sus cuatro paredes, pero estaba como una niña con zapatos nuevos (y nunca mejor dicho porque además estrenaba unos fantásticos zapatitos que ya os enseñaré), ya que en mi anterior visita no pasé por estas salas. Empezamos viendo los vestidos de principios de siglo XX, que constreñían hasta la insalubridad los cuerpos de las mujeres, deformados en forma de “S” (pecho hacia delante, cintura extremadamente fina y trasero hacia atrás). En esa misma sala, vimos la liberación de la mujer, gracias a las nuevas líneas de Paul Poiret (modisto francés). Pero lo que realmente pudimos ver en esas vitrinas, era el reflejo de un cambio social.  La moda es la mejor traductora y narradora de la sociedad y la política de la historia, aunque hay que saber leer entre líneas para poder entenderla. A través de su lenguaje, formado por un alfabeto muy peculiar (tejidos, patrones, colores…), la ropa y sus complementos, son capaces de decirnos quién es el más poderoso de la zona o en qué trabaja cada quién. Sus fascinantes “jeroglíficos” nos descubren todos los entresijos de la sociedad de cada momento. En este caso, lo que vimos en la visita, fue el siglo XX, el siglo que más cambios estéticos ha tenido, pudiendo dividir por décadas la tendencia dominante del momento. Pero como bien decíamos antes, estos cambios eran un reflejo de los cambios de la sociedad: dos guerras mundiales que dejaron desierta y arruinada a Europa y el consiguiente cambio en la hegemonía mundial, regimenes dictatoriales, nuevo papel de la mujer en la sociedad (ya no es mujer florero), años de bonanza y de alegría, movimientos culturales con papeles muy destacados en su trascripción en la moda… Todo esto, tuvo su réplica en la moda: la mujer trabaja y necesita prendas que se lo permitan, lo que supone un adiós a la represión del corsé, las faldas se acortan y se alargan según el momento (en épocas de crisis las faldas se alargan y se usa más tela), una joven Gabrielle Chanel pone pantalón a la mujer y cose con punto, las cinturas marcadas y estrechas vuelven con el New look de Christian Dior, aunque menos “castigador”, la alta costura encuentra en Cristóbal Balenciaga a su mesías, los brillantes y los espejos cegadores de Gianni Versace, reflejan los excesos y las luces de las grandes ciudades y discotecas del momento, la elegancia, el uniforme femenino y la adaptación de la ropa masculina para la mujer llega de mano del gran Yves Saint Laurent, el minimalismo invade las pasarelas, los metales y la mujer robot llegan con Paco Rabanne, y así hasta nuestros días, con la explosión del color y el infantilismo cuidado de Agatha Ruiz de la Prada, sin olvidar la sobriedad y buen gusto del recientemente desaparecido Jesús del Pozo.
Todo esto, para terminar desfilando entre modelos de mentira, porque l@s modelos ahí, ¡éramos nosotr@s!

PD: Si no habéis ido al Museo del Traje de Madrid, os invito a que lo hagáis ya!! 




Besos enredados para tod@s  :)

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